Cuando nos falta ánimo

Tal vez estés pasando por un momento difícil. Si no lo estás, probablemente hay alguien más a quien conoces que sí lo está y necesita tu apoyo.

NUNCA OLVIDES

Olvida los momentos en que fuiste derrotado, pero no olvides las batallas que has ganado.

Olvida los errores que no puedes cambiar, pero no olvides las lecciones que has aprendido ni lo tanto que enseñas.

Olvida los días en que has estado solo y triste, pero no olvides las sonrisas que has encontrado y las tantas que encontrarás.

Olvida los planes que fallaron pero NUNCA olvides que debes tener siempre un sueño.

Amores tóxicos

Es cosa bien sabida que septiembre es el mes del año en el que más rupturas amorosas se producen. Por lo visto, y según dicen los expertos, el hecho de que en verano la convivencia sea más estrecha hace que la gente se dé cuenta de las muchas carencias que tienen sus relaciones personales y decide ponerles punto final. Naturalmente, es triste que una pareja se rompa y todos lo lamentamos, pero hoy quiero mirar el otro lado del desamor, el que, lejos de ser un fracaso, es más bien un éxito o, mejor aún, una salvación. Hablo de lo que podríamos llamar `amores tóxicos´, esos que sabemos nos hacen un daño considerable y, sin embargo, no somos capaces de dejar. La primera noticia que tuve yo de la existencia de este tipo de amor fue a través de una persona a la que quería muchísimo. Un día, tratando de explicarme lo que era la gran tragedia de su vida, él me enseñó una foto de su pareja. «¿Ves? –me dijo–, cuando conocí a X escribí lo que aquí ves en el reverso de esta foto suya que llevo en mi cartera desde hace más de veinte años.» Entonces me enseñó una frase de Lucrecio cuyas palabras exactas no recuerdo, pero que se parecían curiosamente mucho a esa copla que dice: «Ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio, contigo porque no vivo y sin ti porque me muero». La persona de la que hablo y a la que yo tanto quería murió un día ya lejano en un accidente de automóvil y aún llevaba aquella foto en la cartera. Nunca tomó una decisión y hasta el día de su muerte, yo lo sé bien, fue terriblemente desdichado. Por eso, desde entonces observo con verdadero recelo esos amores tóxicos que tanto daño hacen. Podría argumentarse que, hoy en día, amores de esta naturaleza no tienen razón de ser. Antiguamente, las costumbres, la presión social y la ausencia de una ley de divorcio impedían poner fin a este tipo de relación. Ahora, en cambio, parejas se rompen todos los días por causas minúsculas, nimias, nadie aguanta nada y las mujeres, menos aún. Sin embargo, como sabemos por las escalofriantes cifras de violencia doméstica, a pesar de la facilidad para separarse, otros lazos aún más tiránicos que las costumbres, la presión social o incluso los hijos atan a ciertas personas en esa desdichada espiral de amor letal. 

Entre Rejas







Herencia Familiar

De la psicóloga Mayte Leal trancribo este artículo:

No hace mucho oí una frase que me pareció curiosa: “Comenzamos caminando por la vida como copias, para acabar como originales”

Pues sí. Empezamos nuestras andanzas copiando a nuestros padres, como si fuéramos copias diminutas de su reflejo. 
De pequeños, observamos como exploradores curiosos. Nos quedamos con todo: copiamos gestos, caras, palabras, expresiones…Sin cuestionarnos nada: Ellos lo hacen y nosotros también. 
Crecemos así, sin darnos cuenta, y haciendo nuestras las costumbres, creencias, normas y rituales de “La Familia”. Que se cene a las 10h, con la tele puesta y sin hablarse, puede ser una “norma de la casa”. Nadie la escribió, pero todos la cumplen a diario. 
Tampoco está escrito en ningún lado, que no se pueda hablar de sexo abiertamente y sin tapujos, pero nadie lo hace. O que a la tortilla de patatas se la cubra con una espesa capa de mayonesa, sin embargo, en esa casa no se le ocurriría a nadie servirla de otra forma. 
Son maneras de hacer o de pensar que acabamos compartiendo con los nuestros, sin cuestionarnos siquiera, que existen otras maneras, otras posibilidades. 
De eso nos daremos cuenta, cuando escojamos pareja y decidamos volar a otro nido. Entonces nos damos de narices con nuestra herencia. ¿Qué le echas mayonesa a la tortilla de patata, so loca???? Te dice con la cara desencajada tu pareja. ¿Qué me quitas la tele para cenar y me pones musiquita de fondo, so cursi??? ¿Pero dónde se ha visto eso? 
Despertamos de nuestra fantasía de única realidad posible, y aprendemos que “el otro” también trae consigo su equipaje…Su aprendizaje, su familia, sus costumbres (que nosotros llamaremos “manías”, por supuesto), su mayonesa, su musiquilla… 
Y entonces, aunque soñamos con tener todo el armario ropero exclusivamente para nuestros vestidos y atuendos, al mirar de reojo (no sin cierto remilgo) a nuestro partenaire, entendemos que debemos hacerle sitio, para que éste pueda también dejar sus trastos ahí.

Y chocamos hasta negociar un territorio compartido donde convivan ambas herencias familiares, creando otra nueva y genuina. Pasamos de la copia al original.

http://convientofavorable.blogspot.com/2008/09/no-hace-mucho-o-una-frase-que-me-pareci.html

¿Qué es cumplir cuarenta años?


Una bendición. 

Cumplir cuarenta años es una bendición de la vida. Si pensamos por un momento en el animal que somos, si pensamos en un cuerpo de cuarenta años, nos vemos como animales ya vividos, curtidos. Un animal que logró mantenerse vivo bastante tiempo, ya no un accidente de la vida. Pasar la línea de los cuarenta es dejar de ser un accidente de la vida y comenzar a ser ya un logro.

Cumplir cuarenta años, es para un varón, llegar a ser un hombre. Antes, en la liviandad y la inconsciencia, en ese largo período de padecimientos e incertidumbres dudosamente glorificado como juventud, uno cree que puede ganar, que puede hacerle trampa a la muerte, desarrollar una diferencia que lo ponga fuera de su alcance. Después de los cuarenta adquirimos consistencia plena: sabemos que la cosa un día termina, pero también –paradójicamente- sentimos que somos más fuertes, más densos, más concretos, más interesantes.

Cumplir cuarenta es empezar a tener que elegir más que antes, no poder coquetear con todo como si un día uno pudiera levantarse y transformarse en princesa. O en príncipe. Se acabó la aventura de la ilusión, la aventura sonsa ligada al infinito. Empieza la aventura más valiosa, definitiva, el cuarentlón, donde uno tiene que mostrar quién es y dejarse de joder. Elegir a quién quiere y para qué. Elegir a qué va a dedicar sus talentos. Elegir qué cosas vas a intentar hacer y cuales vas a tolerar dejar en el camino.

(Elegir o aceptar, porque en realidad esas supuestas elecciones están determinadas por fenómenos de la sensibilidad individual que no se arman en el vacío: uno quiere lo que quiere, le pasa lo que le pasa, y a los cuarenta comienza a aceptarlo todo, y a ser protagonista de su forma en vez de creer que puede inventarla.)

Se acabó la gracia inocente del juego descomprometido. Ahora todo es de verdad, pero también uno ha aumentado tanto su fuerza, su poder personal, que descubre que en lo que creía una renuncia aparece en realidad un mundo nuevo, genial, con más relieve y más interés.

Cumplir cuarenta años es empezar la segunda parte de la vida, dejar los últimos resabios de fantasma y empezar a ser un mamífero masculino, viril, deseable, hecho, listo para las batallas más importantes del desarrollo personal.

Cumplir cuarenta es terminar la maratón, empezar la ceremonia del té.

Cumplir cuarenta es pasar del otro lado del espejo y volverse definitivamente el cuerpo que nos venía acompañando desde que nacimos.

Cumplir cuarenta es declarar abierto el período de las aventuras definitivas.

Cumplir cuarenta es encontrarle la punta al ovillo, desenmarañar el caos, entender qué figura se estuvo armando en tantos frentes dispersos, dar un paso integrador fundamental, que aporta velocidad, ligereza, alivio, felicidad.

Cumplir cuarenta es dar la vuelta obligada, tomar el camino, ubicarse y vivir los deseos más sólidos.

Cumplir cuarenta es sensacional.

La plenitud está más cerca...

Cumplir cuarenta, un pasaporte hacia la plenitud.