Pleasantville o La Felicidad Contagiosa

Rodearse de amigos felices aumenta las probabilidades de sentirse satisfechos

En la película 'Pleasantville', también se contagiaba la felicidad

En la película 'Pleasantville', también se contagiaba la felicidad (Foto: AP | Ralph Nelson)
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¿Quién no se ha sentido alguna vez contagiado por la felicidad de un amigo, un padre, un hermano? ¿Quién no se alegra por el júbilo ajeno? ¿Y no parece acaso que las penas vienen todas juntas entre conocidos y allegados? 

Un estudio que combina la epidemiología y la sociología sugiere que la felicidad es contagiosa, y que las personas con amigos dichosos son más proclives a sentir la felicidad en sus propias carnes.

Para darle base científica a una idea que muchos ya mascaban, investigadores de las universidades de California y San Diego (ambas en EEUU), han utilizado los datos de una de las investigaciones más famosas de la historia de la medicina, el estudio Framingham. Desde 1948, 5.209 ciudadanos de la localidad estadounidense del mismo nombre (y ahora, además, sus hijos y nietos) se someten periódicamente a estudios y análisis para conocer su estado de salud.

Sus conclusiones se han publicado en la revista 'British Medical Journal' (BMJ) y pueden tener implicaciones sanitarias: "Lo más importante es el reconocimiento de que las personas son seres sociales y el bienestar y la salud de un individuo afecta a la de quienes le rodean".

Los autores seleccionaron a 5.124 individuos (a los que se denominó 'egos') y a varios de sus conocidos ('alter'): padres, hermanos, pareja, hijos, vecinos, compañeros de trabajo, amigos (y también amigos de amigos). En total, más de 12.000 individuos que estaban conectados entre sí de alguna manera en la localidad de Framingham entre los años 1971 y 2003, y que constituían entre ellos alrededor de 53.200 vínculos sociales.

Amistades positivas


Para definir la 'felicidad', James Fowler y Nicholas Christakis utilizaron una escala de valores, en la que los participantes tenían que responder a varias cuestiones sobre sus sentimientos en las últimas semanas: "Me siento esperanzado con el futuro", "me siento feliz", "disfruto de la vida", "siento que soy tan bueno como otras personas"... Como muchos de los 'alter' también estaban incluidos en el estudio Framingham no fue difícil obtener sus sensaciones y establecer cómo se distribuía este sentimiento a través de las redes sociales.

Sus análisis demostraron que las personas felices suelen estar vinculadas entre sí (lo mismo que las desdichadas). Una persona tiene un 15% más de probabilidades de sentirse ufana si está conectada con un 'alter' feliz; aunque a medida que la relación se va distanciando (amigos de amigos, vecinos, compañeros de trabajo...) estos porcentajes se van reduciendo al 9,8% o incluso al 5,6% en el caso de conocidos de 'tercera línea' (amigos de amigos de amigos, por ejemplo).

Además, se atreven a decir que hay individuos que viven en el centro mismo de la dicha, mientras que las personas que ocupan la periferia de las relaciones sociales se sienten menos satisfechas. Así, los individuos que son el centro de muchas relaciones tienen más probabilidades de seguir siendo felices en el futuro.

La investigación subraya que la felicidad de cada 'alter' influye directamente en las emociones del 'ego': tener amigos alegres incrementa un 9% las probabilidades de ser feliz en el futuro o convivir con una pareja dichosa equivale a un 8% de felicidad; y, al contrario, rodearse de pesimistas reduce un 7% las emociones positivas.

Los autores, además, sugieren que en el contagio de la felicidad las distancias cuentan. Por ejemplo, vivir a menos de 1,6 kilómetros de distancia de un hermano optimista aumenta un 14% la dosis de felicidad personal, mientras que si residen más alejados, los sentimientos fraternales no parecen tener efecto. Si quien vive a menos de 0,8 kilómetros es un amigo, su dicha incrementa un 42% las probabilidades de felicidad del 'ego'.

Este análisis de la transmisión de sentimientos señala también que las personas del mismo sexo se contagian la felicidad con más facilidad que los contrarios. Quizás por eso, sugieren, el bienestar de amigos o vecinos puede influir más que el de la pareja (en la muestra eran todas heterosexuales).

Influye en la salud.

Como ellos mismos subrayan, la felicidad está relacionada con factores tan diversos como la calidad de vida, la satisfacción en el trabajo, las buenas relaciones sociales y familiares... "Y como tal, no es extraño que se vea mermada cuando alguien está enfermo o que la depresión y la ansiedad influyan negativamente en algunas patologías".

En un comentario que publica en la misma revista Andrew Steptoe, de la Fundación Británica del Corazón, reconoce que, a pesar de las pegas metodológicas que se le puedan poner, "el trabajo desata la intrigante hipótesis de que algunos condicionantes psicosociales se pueden transmitir a través de las conexiones sociales. Y esto tiene importantes implicaciones para el diseño de intervenciones eficaces".

Steptoe recuerda que hasta la fecha se ha demostrado que los individuos más felices tienen niveles más bajos de cortisol durante todo el día (relacionado con menos estrés o ansiedad), una respuesta inflamatoria atenuada y una mejor salud cardiovascular.


María Valerio http://www.elmundo.es/elmundosalud/2008/12/04/neurociencia/1228418394.html?a=2695edf3af4ad64528fb9c4e7442a1d8&t=1228472042

La Magia del Entusiasmo


El entusiasmo no se ve ni se toca.
No se ve, no se toca. Pero se siente. Es como una energía que nos llena, nos moviliza, nos activa, nos quita el sueño y nos acelera. Nos vuelve distraídos y nos hace hervir la sangre. Si hasta parece que el corazón va a salirse por la boca: el entusiasmo es así, casi imposible de describir. Sin embargo, está y hasta se hace manifiesto en el cuerpo, a través de sensaciones que no tienen nombre específico. Es una combinación de motivación y optimismo, que en parte es adquirida y en parte, aprendida. Dicen que es posible desarrollarlo y que se identifica como una fuerza no intencional, aunque claramente propia.

Es que como emoción en sí misma, el entusiasmo no está descrito. Se trata de una combinación de dos estados anímicos: la motivación y el optimismo. El optimismo permite al hombre creer que aquello que desea es posible de lograr y la motivación, es lo que lo mueve a buscar sus objetivos, cuando anhela el premio que estos objetivos implican. El entusiasmo supone un estado anímico que impulsa a la acción.

Cosquillas en la barriga, mariposas en el estómago o “un algo en el pecho” que no podemos explicar. Es así: se trata de sensaciones inespecíficas y sin nombre propio que invaden el cuerpo del entusiasta cuando éste encara algún proyecto, por más pequeño que sea. Son manifestaciones orgánicas relacionadas con el bienestar. Se experimenta ansiedad positiva, tanto, que alguien entusiasmado, aunque habitualmente no lo registre, libera sustancias químicas como endorfinas u opioides que aumentan el estado de bienestar.

Pero bien: ¿de qué depende ser más o menos entusiastas?. El entusiasmo tiene que ver con el temperamento, que lo traemos al nacer, y con los aprendizajes realizados en nuestras vidas. A esa base debe agregarse la situación vital actual, la calidad de vida y las expectativas razonables de la persona. No existen diferencias de género entre entusiastas mujeres y varones. Tampoco difiere por la edad de la persona.


Aunque el entusiasmo puede ser oscilante en el transcurso de nuestras vidas, la tendencia de base es bastante estable, con lo cual, aún en condiciones difíciles, la persona entusiasta intentará encontrar las mejores respuestas a la demanda de la situación, aumentando las posibilidades de éxito.


“Es una virtud que se puede alcanzar motivando el querer: si el deseo es suficientemente grande, cualquier obstáculo se vuelve pequeño”. “Todos tenemos un gigante interior que no sabemos cómo despertar”. “El sentimiento no se sujeta a la razón sino a la acción, por eso hay que ponerlo en marcha ya y hacerlo ya. Los estados de ánimo acompañan a quien se moviliza. Para entusiasmarse, precisamente hay que apropiarse del entusiasmo y transformarlo en acto”.


Retrato de un entusiasta



Una persona entusiasta es ante todo alguien que no especula, que no se mide, que se entrega. Al punto tal que se deja ganar por un impulso interno en contacto con algún estímulo externo; una persona tan generosa que ni siquiera importa la calidad del objeto (que puede ser mínimo) y sin embargo, es causa suficiente para que el/la entusiasta se encienda y contagie a los demás con su propio fuego. El entusiasmo habla del derecho a apasionarse por lo que sea, y de ser libres para volcarnos al mundo, según nuestro propio modo.

“El entusiasmo es el camino subjetivo para acceder al sentido, el punto de nieve, la ebullición que nos cocina y realiza”.Alejandro Rozitchner

Frente al entusiasmo están los escépticos o los indiferentes, que no están cargados de esa energía y creen que siempre están de vuelta. Son los que están tristes, los pesimistas o los faltos de deseo. Necesitan algo que los apasione, un proyecto que no los deje dormir, que los vuelva distraídos, los motive y les dé sentido. A veces la pasión es la pareja, la ciencia, la literatura, la música, la política, el deporte, el trabajo, o el estudio.

“Lo importante del entusiasmo es que es un fin en sí mismo, es decir, que es el entusiasmo mismo el que te da la felicidad, no que ella deriva del fin al que el entusiasmo se dirige”.

Ser Espontáneo


¿Quién no quiere ser espontáneo y auténtico? ¿Quién no ha sentido en el paso a la vida adulta una cierta pérdida de frescura y candor? Es el tema de la niñez perdida del cuento de Peter Pan o, en cierta forma, del mito de la expulsión del Paraíso.
Recuperar la espontaneidad de la persona. Esto resume en gran medida todo el planteamiento. Hay que precisar qué se entiende por espontaneidad. Hay una acepción popular de ''espontaneidad'' y de ''autenticidad'' que parece tener que ver más con la excentricidad que con otra cosa. A veces se dice que alguien es muy ''auténtico'' cuando es raro, o cuando hace lo que le da la gana sin tener en cuenta su entorno. Hay gente que se tiene por espontánea porque es capaz de montar un numerito en cualquier circunstancia.
Ser uno mismo y comportarse con naturalidad, sin depender de opiniones ajenas, es el mejor abono para la autoestima y la realización personal. Eso es ser espontáneo.

Pero ser natural en un mundo donde todo está reglado resulta cada vez más difícil. Contra la pérdida de la propia identidad y la frustración, la espontaneidad es el gran antídoto.

El encanto de lo espontáneo tiene mucho predicamento en el terreno sexual. Desgraciadamente, en el día a día, la falta de tiempo es uno de los peores enemigos de la espontaneidad. Si miramos la agenda de cualquiera de nosotros, encontraremos pocos huecos vacíos. La mayoría de las personas llevamos una vida muy ajetreada y repleta de actividades −en su mayoría, tareas y deberes domésticos, profesionales, familiares, sociales... Tenemos que aprender a encontrar esos huecos, aunque, inicialmente y contradictoriamente, supongan una cierta planificación.
Mis momentos de espontaneidad me resultan bastante memorables: descubrimientos con mi pareja, juegos con amigos, sentimiento de fluidez con la música, algún insight1 leyendo un libro que me interesara... En todos ellos he podido tener un sentimiento de ser espontáneo, de que lo que hacía ''me salía'', y resulta muy curioso, porque aunque han sido momentos de sentirme muy auténtico y acertado, al mismo tiempo era como si la novedad que aparecía llegara de otro ''lado'' que no tuviera que ver nada conmigo. La fascinación por la incertidumbre de la vida tiene que ver con esto.



1 El "insight" es la capacidad de darse cuenta, es tomar conciencia en forma súbita de una realidad interior, que normalmente había permanecido inconsciente. Es un poco como la "palmada en la frente". Es una nueva comprensión, que conlleva normalmente cierta emocionalidad.

Ser Auténtico


Ser auténtico significa que conscientemente persigues el propósito de tu vida, usando tus talentos innatos. Esto genera una mayor sensación de felicidad, salud y plenitud.

La autenticidad es un proceso en el cual tenemos en nuestras manos la oportunidad de despertar y animarnos a explorar nuestro brillo individual.

Ser auténtico es compartir quién eres y lo que ofreces, con agrado y naturalidad. Todo lo que hacemos, debe ayudarnos a lograr nuestro pleno potencial, a “Ser” nuestro Yo Auténtico. Estos aspectos de “ser” y de “hacer” deben converger en nuestra vida: debemos expresar lo que somos, en lo que hacemos.

Las personas que persiguen su camino auténtico están más motivadas, enfocadas y energizadas. Para ellas es más fácil tomar decisiones y están más comprometidas de manera natural con lo que hacen, ya sea en lo personal o en lo profesional.

¿Cómo sería tu vida? ...Si estuvieras manifestando completamente tu visión personal, propósito y valores en cada aspecto de tu vida: personal, familiar relaciones interpersonales, profesión, etc.?
Seguramente lo diferente sería mayor libertad, más creatividad, menos miedos, mayor auto-aceptación, más alegría, más prosperidad y más amor.

En nuestro mundo tan movilizado, cuando se trata de encontrar satisfacción duradera en la vida, abundan las cosas que nos distraen de todo lo que es auténtico y verdadero.

¿Si este fuera el último día de tu vida, podrías decir que has vivido plenamente? ¿Podrías honestamente decir que usaste tu tiempo, tus dones y tus talentos; sensatamente y en servicio de alguien o algo más allá de ti?






Amar, perder, reconstruir (4)



Con más libertad, con menos tiempo, y con mayor diversidad que generaciones precedentes hoy vivimos nuestras relaciones con nuevos desafíos y contradicciones, con oportunidades y complicaciones que hacen de este tipo de vinculamiento un aspecto central de la vida de una gran mayoría de personas alrededor del mundo.

Básicamente en una relación de pareja se establece un lazo afectivo entre dos personas en el cual existe un profundo y distinguible sentimiento de exclusividad. Este sentimiento de exclusividad se experimenta normalmente como placentero y acompañado de una representación mental en el que nos reconocemos a nosotros mismos como un ser humano especial y único para el otro en la relación.

La búsqueda de un compañero afectivo es parte de nuestro comportamiento innato y, en este sentido, no sólo tiene importancia en la biología de la reproducción. La psicología moderna ha encontrado suficiente evidencia que demuestra que las personas que tiene pareja son más sanas, viven más años y en mejores condiciones que aquellos que viven solos.

El vivir en pareja conlleva un sentido psicológico muy profundo relacionado con la identidad personal y la satisfacción de necesidades de filiación, permite ampliar los límites de la conciencia y enriquecer y expandir nuestro mundo afectivo. La pareja es un referente emocional único que aporta a la identidad de las personas y al sentido de continuidad existencial en cada uno de nosotros. La necesidad de vincularnos afectivamente como adultos tiene una estrecha relación con nuestra tendencia de vinculamiento al inicio de nuestras vidas.

Psicológicamente hablando, una relación de pareja provee de un espacio de desarrollo personal insustituible dada la intensidad y la calidad de las emociones que en ella se desencadenan. De hecho, cuando iniciamos o terminamos una relación surge en nosotros una diversidad de tonos emocionales tanto agradables como desagradables que no se sienten bajo ninguna otra circunstancia existencial.

Las tonalidades emotivas que se puedan experimentar dependen de cuáles son las necesidades, las motivaciones y las expectativas que ponemos en la relación. Por lo general, las personas pueden estar en búsqueda de seguridad, de confirmación, de protección o simplemente de cariño, o tal vez la combinación de algunas de estas. En definitiva, lo más importante en una relación es el modo en que nos sentimos y nos vemos a nosotros mismos en ella. Es decir, más allá de quien sea la persona con la que estamos, es el modo en cómo nos sentimos con ella lo que define la relación, su calidad y su duración.





Amar, perder, reconstruir (3)




Cuando nos involucramos en una relación de pareja establecemos una serie de reglas y compromisos más o menos inconscientes. El modo en que nos relacionaremos con la otra persona, si seremos o no puntuales, cuánto espacio de libertad dejaremos para nosotros y cuánto nos pedirán, quién manejará la relación, cómo se tomarán las decisiones importantes, cuáles son los límites para quienes están fuera de la pareja, son todos aspectos que van definiendo a la relación y a quienes forman parte de ella.

Para algunas personas el único modo de sentirse enamorados y comprometidos en una relación es sintiendo la completa seguridad de que son el ser humano más importante en la vida del otro, el más importante, a veces lo único verdaderamente importante en la vida de su compañero(a). Otros, en tanto, deben asegurarse un espacio de libertad y de cuidado antes de vivir una relación con más plenitud, es como si el compromiso fuera tolerable sólo en estas condiciones. Otros, aquellos que viven obsesionados con el abandono y le temen al rechazo podrían pasarse la vida entera sin comprometerse para evitar la pérdida y, si lo hacen, probablemente tendrán esta misma sensación con más frecuencia de lo que desearían.

En la relación de pareja las personas tenemos la oportunidad de conocer a fondo a ese ser humano que es nuestra compañera afectiva y, quizá más importante, tenemos la oportunidad de saber mucho más sobre nosotros mismos al experimentar e indagar en el complejo mundo afectivo que se despliega en ese círculo especial de intimidad en el que se desenvuelve la relación.

La búsqueda de un compañero afectivo impone una serie de tareas las que la mayor parte del tiempo son asumidas de un modo inconsciente. Después de esa química inicial, que muchas personas describen como inmediata, las personas se disponen para conocer más a fondo a él o la candidata. Es frecuente que en esta etapa, cuando iniciamos una relación de pareja, junto con la ilusión, la alegría y el misterio de la seducción puedan surgir sentimientos de inseguridad o de temor. Muchas personas, por ejemplo, necesitan estar completamente seguras de que no recibirán un rechazo para abrirse y mostrar sus sentimientos. Otros, en cambio, pueden desplegar un complejo repertorio de pruebas para "testear" al compañero.

Una relación de pareja impone, al igual que muchas experiencias humanas, un desafío a la propia identidad. Es un desafío por cuanto ésta nos obliga no sólo a reorganizar nuestro modo de hacer las cosas, sino porque además produce cambios en el modo de sentir y de sentirnos a nosotros mismos.




Amar, perder, reconstruir (2)




El funcionamiento de una relación de pareja implica una coordinación entre quienes la conforman, es una "sintonía" muy sutil en la que están coordinados aspectos como las emociones, ritmos psicofisiológicos, expectativas y comportamientos. Cuando esta coordinación se pierde la pareja comienza a experimentar conflictos. La coordinación en la pareja no es una simetría entre las personas que la conforman, no se trata de que ambos miembros de la pareja funcionen del mismo modo. En realidad el concepto alude a un modo de relación en el que cada uno puede ser el que es y, que, en este ser el que se es aceptamos y somos aceptados, respetamos y somos respetados como seres humanos legítimos, únicos, especiales. Visto así la coordinación tiene que ver con la capacidad que tenemos de ver al otro en su dimensión humana, sin idealizaciones ni descalificaciones. Para ello debemos saber distinguir nuestro comportamiento del otro, diferenciar el propio mundo interno del funcionamiento de nuestra pareja; conocer nuestro modo de sentir para comprender cómo nos afecta el modo de ser de nuestra pareja. Esto es uno de los aspectos más sorprendentes y enriquecedores de una relación: todo lo que podemos aprender sobre nosotros mismos al vernos en ella. En efecto, cuando estás en una relación y si te tomas el tiempo de ver con cuidado, podrás encontrar un camino que te llevará a tu mundo interno y en él verás aspectos de ti mismo que te sorprenderán, es un camino de autodescubrimiento, una senda hacia la autoconciencia.

La coordinación en la pareja no es una condición estable, rígida o congelada. Como en toda relación se producen oscilaciones, discrepancias y desbalances que desafían a la pareja y a su identidad, a la vez que promueven el cambio y la evolución de la relación.

Cuando las discrepancias superan la capacidad da la pareja para mantenerlas dentro de márgenes aceptables y ya no es posible integrarlas dentro de los límites propios de su identidad surgen conflictos más serios, verdaderas crisis de pareja.




Amar, perder, reconstruir (1)




Una pareja en crisis no es necesariamente una relación que termina. Es un momento que evidencia que el modo en que los miembros de la pareja se han estado relacionando ya no provee de una sensación de plenitud y felicidad, esto debido a que el modo en que nos sentimos en la relación ya no es el mismo de antes. Podrías sentir que no eres lo más importante en la vida de tu pareja, o que donde habías encontrado seguridad y cuidados hoy sientes desprotección. En el fondo, el modo en que te ves a ti misma (o) en esa relación ya no te hace sentido o desafía groseramente tu propia identidad personal.

Una revisión de la relación ha de ponerse en marcha antes de tomar decisiones que marcarán nuestras vidas para siempre. En ella la pareja deberá buscar el modo de comprender los factores que están generando la descoordinación, analizará el camino recorrido y pondrá las cartas sobre la mesa con honestidad y confianza con el fin de reencontrarse en una relación que ha de experimentar una evolución necesaria. En otras palabras, debemos comprender que las parejas van experimentando cambios que son producidos, entre otras cosas, por niveles crecientes de compromiso, por la llegada de los hijos, por cambio en las motivaciones y expectativas de cada uno de los miembros de la pareja que - obviamente - son personas que siguen en evolución. Las relaciones de pareja cambian y nuestra habilidad de percibir las necesidades del otro y de ver lo que nos ocurre pude ayudarnos a seguir en ellas. Si no somos capaces de generar los cambios necesarios, entonces probablemente, esta será una crisis que la pareja no podrá superar y pronto sobrevendrá la tristeza y la angustia de la separación.

En síntesis, a la hora de la crisis esta puede ser vivida como una oportunidad de cambio o bien como un estancamiento inútil que nos pondrá de vuelta en la senda de la soledad, el vacío y/o el sinsentido.


¿Y tú qué eres?




¿Acaso sólo somos madres, o sólo esposas, o sólo hijas, o sólo hermanas…?

A veces ocurre que practicamos con tanta dedicación un solo rol, que acabamos olvidando la existencia necesaria del resto de roles que conforman nuestra identidad como personas.

Entonces, ¿qué ocurre cuando renunciamos a nuestra identidad, matando de un plumazo a nuestros otros roles? ¿Acaso esperamos que no tenga consecuencias? ¿Y por qué elegimos el rol que elegimos? ¿Nos sentimos más seguros y cómodos en ese rol que en cualquier otro? ¿Y eso por qué? ¿De quién lo aprendimos? ¿Qué nos condujo a él? ¿Qué pasaría si lo abandonáramos?

Muchas preguntas CON respuesta. Porque todo tiene una razón de ser…






Tomo prestada, de nuevo, parte de una reflexión de la psicóloga Mayte Leal, que podéis seguir en





Moldeando nuestra vida


Todos los acontecimientos externos, los impuestos desde fuera, las cosas no deseadas, ni queridas, ni previstas, van moldeando nuestra vida tanto o más que nuestra propia voluntad.
No somos libres para decidir lo que vamos a ser, ni cómo vamos a ser. Nos van haciendo.

"No somos siempre el autor de nuestra propia vida".
Paul Ricoeur

Escribir


Para rellenar los agujeros y carencias del alma.

Inseguro como todos,
necesitado como espejo y razón de ser,
buscando hacia "afuera" para no perderse en el "adentro".

Siempre hallarás lo que buscas, tengas o no consciencia de que lo estás buscando.

Capas


¿Recordáis aquel diálogo entre burro y Shrek de la primera película?


SHREK - Para tu información, los ogros somos muy diferentes a lo que creen.

BURRO - ¿Ejemplo?

SHREK - ¿Ejemplo? De cuerdo…ah…los ogros son como cebollas.

BURRO - ¿Apestan?

SHREK - ¡Sí! ¡No!

BURRO - ¿¡O te hacen llorar!?

SHREK - ¡No!

BURRO - Ya sé, si los dejas al sol, ¿se ponen cafés y les salen pelitos blancos?

SHREK - ¡No! ¡Capas! ¡Las cebollas tienen capas! ¡Los ogros tienen capas! ¡Las cebollas las tienen! ¿Entiendes? ¡Ambos tenemos capas!

BURRO - ¡Oh! ¡Ambos tienen capas! Pero no a todos les gustan las cebollas. ¡Pasteles! ¡A todos les gusta el pastel! ¡Y los hacen con capas!

SHREK - ¡A mí me vale…lo que le guste a todos! ¡Los ogros no son pasteles!

BURRO - Qué tal un helado napolitano; tiene capas de sabores. A todos les gusta. No conozco a nadie que no le encante el helado napolitano.

SHREK - ¡No! ¡Ya cállate irritante minibestia de carga! Los ogros son igual que las cebollas
¡Y se acabó! ¡Hasta la vista! ¡Ay te ves!



Pues eso, algunos somos como cebollas, con capas.


Maurice Tillet: Shrek (Tributo)

Poca gente lo sabe porque nunca llegó a reconocerse oficialmente, pero de todos es sabido que el famoso personaje de ficción, Shrek, está basado en la figura física de Maurice Tillet. Un actor que, por desgracias físicas, nunca consiguió un papel cinematográfico, pero que daba el perfil perfecto de bonachón, corriente y solitario como para representar al personaje.

Dreamworks, producta de Shrek, nunca reconoció que Maurice Tillet había servido de inspiración para el personaje. Maurice fue realmente un luchador profesional francés conocido como el Ángel Francés, líder de taquilla a principios de la década de 1940, y se proclamó campeón mundial de los pesos pesados por la American Wrestling Association, dirigida por Paul Bowser en Boston. Su movimiento final siempre era el “bear hug” (el abrazo del oso). Hablaba catorce idiomas y fue también poeta y actor.
Fuente: soygik.com
No es no, y hay una sola manera de decirlo. 

No.

Sin admiración, ni interrogantes, ni puntos suspensivos.

"No" se dice de una sola manera.

Es corto, rápido, monocorde, sobrio y escueto.

No.


Se dice una sola vez, No.

Con la misma entonación, No.

Como un disco rayado, No.

Un no que necesita de una larga caminata u una reflexión en el jardín, no es No.

Un no que no necesita explicaciones y justificaciones.

No, tiene la brevedad de un segundo.

Es un no, para el otro porque ya fue para uno mismo.

"No" es No, aquí y muy lejos de aquí.

"No", no deja las puertas abiertas ni entrampa con esperanzas, ni puede dejar de ser No, aunque el otro y el mundo se pongan patas para arriba.

"No", es el último acto de dignidad.

"No", es el fin de un libro, sin más capítulos ni segundas partes.

"No", no se dice por carta, ni se dice con silencios, ni en voz baja, ni gritando, ni con la cabeza gacha, ni mirando hacia otro lado, ni con símbolos devueltos, ni con pena y menos aún con satisfacción.

"No", es No, porque No.

Cuando el no es No, se mira a los ojos y el no se descuelga naturalmente de los labios.

La voz del No no es trémula, ni vacilante, ni agresiva y no deja duda alguna.

Ese No no es una negación del pasado, es una corrección del futuro. Y sólo quien sabe decir No puede decir Sí.


Hugo Finkelstein.

Verificación Google

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Cuando nos falta ánimo

Tal vez estés pasando por un momento difícil. Si no lo estás, probablemente hay alguien más a quien conoces que sí lo está y necesita tu apoyo.

NUNCA OLVIDES

Olvida los momentos en que fuiste derrotado, pero no olvides las batallas que has ganado.

Olvida los errores que no puedes cambiar, pero no olvides las lecciones que has aprendido ni lo tanto que enseñas.

Olvida los días en que has estado solo y triste, pero no olvides las sonrisas que has encontrado y las tantas que encontrarás.

Olvida los planes que fallaron pero NUNCA olvides que debes tener siempre un sueño.

Amores tóxicos

Es cosa bien sabida que septiembre es el mes del año en el que más rupturas amorosas se producen. Por lo visto, y según dicen los expertos, el hecho de que en verano la convivencia sea más estrecha hace que la gente se dé cuenta de las muchas carencias que tienen sus relaciones personales y decide ponerles punto final. Naturalmente, es triste que una pareja se rompa y todos lo lamentamos, pero hoy quiero mirar el otro lado del desamor, el que, lejos de ser un fracaso, es más bien un éxito o, mejor aún, una salvación. Hablo de lo que podríamos llamar `amores tóxicos´, esos que sabemos nos hacen un daño considerable y, sin embargo, no somos capaces de dejar. La primera noticia que tuve yo de la existencia de este tipo de amor fue a través de una persona a la que quería muchísimo. Un día, tratando de explicarme lo que era la gran tragedia de su vida, él me enseñó una foto de su pareja. «¿Ves? –me dijo–, cuando conocí a X escribí lo que aquí ves en el reverso de esta foto suya que llevo en mi cartera desde hace más de veinte años.» Entonces me enseñó una frase de Lucrecio cuyas palabras exactas no recuerdo, pero que se parecían curiosamente mucho a esa copla que dice: «Ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio, contigo porque no vivo y sin ti porque me muero». La persona de la que hablo y a la que yo tanto quería murió un día ya lejano en un accidente de automóvil y aún llevaba aquella foto en la cartera. Nunca tomó una decisión y hasta el día de su muerte, yo lo sé bien, fue terriblemente desdichado. Por eso, desde entonces observo con verdadero recelo esos amores tóxicos que tanto daño hacen. Podría argumentarse que, hoy en día, amores de esta naturaleza no tienen razón de ser. Antiguamente, las costumbres, la presión social y la ausencia de una ley de divorcio impedían poner fin a este tipo de relación. Ahora, en cambio, parejas se rompen todos los días por causas minúsculas, nimias, nadie aguanta nada y las mujeres, menos aún. Sin embargo, como sabemos por las escalofriantes cifras de violencia doméstica, a pesar de la facilidad para separarse, otros lazos aún más tiránicos que las costumbres, la presión social o incluso los hijos atan a ciertas personas en esa desdichada espiral de amor letal. 

Entre Rejas







Herencia Familiar

De la psicóloga Mayte Leal trancribo este artículo:

No hace mucho oí una frase que me pareció curiosa: “Comenzamos caminando por la vida como copias, para acabar como originales”

Pues sí. Empezamos nuestras andanzas copiando a nuestros padres, como si fuéramos copias diminutas de su reflejo. 
De pequeños, observamos como exploradores curiosos. Nos quedamos con todo: copiamos gestos, caras, palabras, expresiones…Sin cuestionarnos nada: Ellos lo hacen y nosotros también. 
Crecemos así, sin darnos cuenta, y haciendo nuestras las costumbres, creencias, normas y rituales de “La Familia”. Que se cene a las 10h, con la tele puesta y sin hablarse, puede ser una “norma de la casa”. Nadie la escribió, pero todos la cumplen a diario. 
Tampoco está escrito en ningún lado, que no se pueda hablar de sexo abiertamente y sin tapujos, pero nadie lo hace. O que a la tortilla de patatas se la cubra con una espesa capa de mayonesa, sin embargo, en esa casa no se le ocurriría a nadie servirla de otra forma. 
Son maneras de hacer o de pensar que acabamos compartiendo con los nuestros, sin cuestionarnos siquiera, que existen otras maneras, otras posibilidades. 
De eso nos daremos cuenta, cuando escojamos pareja y decidamos volar a otro nido. Entonces nos damos de narices con nuestra herencia. ¿Qué le echas mayonesa a la tortilla de patata, so loca???? Te dice con la cara desencajada tu pareja. ¿Qué me quitas la tele para cenar y me pones musiquita de fondo, so cursi??? ¿Pero dónde se ha visto eso? 
Despertamos de nuestra fantasía de única realidad posible, y aprendemos que “el otro” también trae consigo su equipaje…Su aprendizaje, su familia, sus costumbres (que nosotros llamaremos “manías”, por supuesto), su mayonesa, su musiquilla… 
Y entonces, aunque soñamos con tener todo el armario ropero exclusivamente para nuestros vestidos y atuendos, al mirar de reojo (no sin cierto remilgo) a nuestro partenaire, entendemos que debemos hacerle sitio, para que éste pueda también dejar sus trastos ahí.

Y chocamos hasta negociar un territorio compartido donde convivan ambas herencias familiares, creando otra nueva y genuina. Pasamos de la copia al original.

http://convientofavorable.blogspot.com/2008/09/no-hace-mucho-o-una-frase-que-me-pareci.html

¿Qué es cumplir cuarenta años?


Una bendición. 

Cumplir cuarenta años es una bendición de la vida. Si pensamos por un momento en el animal que somos, si pensamos en un cuerpo de cuarenta años, nos vemos como animales ya vividos, curtidos. Un animal que logró mantenerse vivo bastante tiempo, ya no un accidente de la vida. Pasar la línea de los cuarenta es dejar de ser un accidente de la vida y comenzar a ser ya un logro.

Cumplir cuarenta años, es para un varón, llegar a ser un hombre. Antes, en la liviandad y la inconsciencia, en ese largo período de padecimientos e incertidumbres dudosamente glorificado como juventud, uno cree que puede ganar, que puede hacerle trampa a la muerte, desarrollar una diferencia que lo ponga fuera de su alcance. Después de los cuarenta adquirimos consistencia plena: sabemos que la cosa un día termina, pero también –paradójicamente- sentimos que somos más fuertes, más densos, más concretos, más interesantes.

Cumplir cuarenta es empezar a tener que elegir más que antes, no poder coquetear con todo como si un día uno pudiera levantarse y transformarse en princesa. O en príncipe. Se acabó la aventura de la ilusión, la aventura sonsa ligada al infinito. Empieza la aventura más valiosa, definitiva, el cuarentlón, donde uno tiene que mostrar quién es y dejarse de joder. Elegir a quién quiere y para qué. Elegir a qué va a dedicar sus talentos. Elegir qué cosas vas a intentar hacer y cuales vas a tolerar dejar en el camino.

(Elegir o aceptar, porque en realidad esas supuestas elecciones están determinadas por fenómenos de la sensibilidad individual que no se arman en el vacío: uno quiere lo que quiere, le pasa lo que le pasa, y a los cuarenta comienza a aceptarlo todo, y a ser protagonista de su forma en vez de creer que puede inventarla.)

Se acabó la gracia inocente del juego descomprometido. Ahora todo es de verdad, pero también uno ha aumentado tanto su fuerza, su poder personal, que descubre que en lo que creía una renuncia aparece en realidad un mundo nuevo, genial, con más relieve y más interés.

Cumplir cuarenta años es empezar la segunda parte de la vida, dejar los últimos resabios de fantasma y empezar a ser un mamífero masculino, viril, deseable, hecho, listo para las batallas más importantes del desarrollo personal.

Cumplir cuarenta es terminar la maratón, empezar la ceremonia del té.

Cumplir cuarenta es pasar del otro lado del espejo y volverse definitivamente el cuerpo que nos venía acompañando desde que nacimos.

Cumplir cuarenta es declarar abierto el período de las aventuras definitivas.

Cumplir cuarenta es encontrarle la punta al ovillo, desenmarañar el caos, entender qué figura se estuvo armando en tantos frentes dispersos, dar un paso integrador fundamental, que aporta velocidad, ligereza, alivio, felicidad.

Cumplir cuarenta es dar la vuelta obligada, tomar el camino, ubicarse y vivir los deseos más sólidos.

Cumplir cuarenta es sensacional.

La plenitud está más cerca...

Cumplir cuarenta, un pasaporte hacia la plenitud.